miércoles, 7 de agosto de 2013

Glúteos (Capítulo 5º)

El punto de observación era estupendo. Miguel y Paco habían dado rienda suelta a su erotismo espiando a tantas mujeres sin ropa, desfilando por el vestuario, mirándose en los espejos, untándose crema hidratante y demás potingues. También dieron un repaso al masculino. Descubrieron que en los lavabos, a última hora de la noche, y antes de que el centro cerrara, pasaban cosas extrañas. Esa noche el movimiento inesperado de dos personas en la misma ducha, les dejó claro que no eran los únicos con actividad sexual a escondidas. Se miraron, sorprendidos, porque uno de los protagonistas era un tío muy cachas que habían visto con Manu. Estaba claro que ese chico era una caja de sorpresas, ¡con qué gente frecuentaba!. No en vano, el punto G lo había usado el mismo entrenador hacía un momento. Se preguntaron quién sería el otro, porque el ángulo de visión no les permitía distinguir su cara. Curiosamente, y a pesar de que les gustaban las mujeres, ver a dos tíos en acción les daba morbo, aunque no lo dirían nunca. La puerta de la ducha se abría y cerraba con cierta cadencia repetida, y entre la música rítmica, la misma que sonaba en las salas de clases dirigidas de spinnig o de aerobics, se podían adivinar ciertos sonidos impropios de una zona de higiene. Ahora se veían un par de manos aferrándose a la parte superior de la pared, ahora dos pies o cuatro, alguien en cuclillas, ¿eran dos o más?. Pero no siguieron pensando más en ello, porque una rubia, despampanante se quitaba la ropa sudada en la taquilla de abajo, dejando a la vista un cuerpo que automáticamente los dejó sin aire. Era como si cambiaran de canal y pudieran elegir a la carta. La rubia ya volvía de la ducha y se secaba lentamente, se peinaba sus largos cabellos, sin sospechar que sus movimientos eran milímetro a milímetro, admirados. Ellos suspiraban, sudaban, respiraban más agitados por cada trocito de cuerpo desnudo. ¡Si pudieran desfogarse en vivo y directo como el cachas! Pero de momento, ellos, se tenían que limitar a mirar y soñar despiertos. Como un alud entraron varias mujeres más y se comenzaron a desnudar. Se estaban poniendo enfermos, los pantalones a punto de explotar, pero no se arrepentían de la aventura, la habían disfrutado al máximo. Lástima que era la última noche, porque al día siguiente ya no podrían volver. Sus días en el centro deportivo se habían acabado. Una cuadrilla de paletas taparía los recodos huecos con cemento, dejando así el punto G homogéneo y transformado en pared, y a ellos sin todas esos alicientes a sus hormonas exaltadas.




Esta noche he convencido a Hércules de que se quede en el punto G. Le pone la idea de verme tener sexo con otra persona, con la condición de que primero estuviera con él en las duchas. No tiene límite. Lo he visto sin que lo sepa, con otros hombres. Con más de uno. Con más de dos. Me excita sin límite verlo pero luego me asalta esa sensación amarga, ese odio corrosivo. Ya no lo puedo soportar más. Me comparo. No puedo aguantar la idea de que me deje. Me invaden los celos, me carcomen, no me dejan pensar, no puedo dormir. Hércules es mi obra, yo lo diseñé y me pertenece. Y el creador de una obra puede destruirla.
El plan ya está en marcha, como mañana vendrán a tapar todos los huecos con cemento, lo dormiré. Lo invitaré a tomar algo antes de que suba, será una muerte dulce, no sufrirá. Porque ante todo no permitiría que mi obra sufra. Pero primero soy yo, así que vuelvo a tener el mando de mi vida, vuelvo a ser el amo de mi tiempo, de mis pensamientos, de mis sentimientos. Nadie puede perturbar mi existencia. Soy el único, soy poderoso, soy el dios de mi mundo.

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