—Ahora creo que es el momento de que agarrés la piedra y trates de
recordar qué pasó.
—Sí —dije estirando mis manos sin
dejar de mirar sus ojos—. Dámela.
—¿Papá, qué estás haciendo —Bramó
una voz que yo ya conocía—, ya estás otra vez con tus historias? Esto no puede
seguir así, perdoname —dijo dirigiéndose a mí Lidia, la masajista—, me tiene
cansada, soy su hija ¿te acordás de mí? Nos conocimos el otro día en el spa de las Termas.
—¿No te podés meter en tu vida, Lidia, es que siempre me tenés que
perseguir, que controlar? Yo no estoy loco, ¿me entendés?, no estoy loco, y si
vos creés que lo estoy, entonces ¿por qué no me internás? —Gritaba Braulio con
la mirada desencajada.
—Perdoname, pero es que no entiendo nada —dije confusa.
—Mirá Nora, te llamás Nora, ¿verdad? —asentí silenciosa—, cuando ocurrió
el anegamiento del pueblo hubo un accidente muy triste. Una chica que mi papá
adoraba fue arrastrada por las aguas el día que el pueblo desapareció. Era de
la resistencia igual que él, los que lucharon más por no perder lo que había.
Ella se encadenó pensando que no darían la orden de abrir las compuertas y
tapar al pueblo, pero se equivocó y cuando quiso soltarse era demasiado tarde.
Mi papá trató de salvarla y casi muere también en el intento. Lo encontramos
tres días más tarde a unos cuántos kilómetros de nuestro pueblo porque la
corriente lo había arrastrado y había quedado malherido y confuso. Desde
entonces no se ha recuperado. Blanca murió, pero nunca encontramos su cuerpo, y
tampoco se dijo nada a nivel oficial. Supongo que sabés que eran tiempos de
silencio y de muertes extrañas, sin explicación.
—Pero, ¿y la piedra? —Dije mirando a Braulio, que se había sentado con
la cabeza entre las manos con una actitud vencida que no habría imaginado.
—La piedra es una historia que él se ha inventado para creer que Blanca
un día volverá, que está en alguna parte del mundo donde la tienen retenida o
que nos ha olvidado, pero que volverá.
—¿Y Raúl? ¿Y el Acuífero? ¿Y las fotos? Yo he visto las fotos en el museo,
eso no me lo contó, lo vi yo misma.
—¿Te dijo mi papá a qué se dedicaba, Nora?
—No, no hubo tiempo —refunfuñé.
—Dale Lidia, seguí con tu ataque, ya me contarás qué ganás con esto.
—Nada papá, no gano nada, gano explicar lo que pasó y nada más, gano
intentar que vos te centrés y dejés de inventar historias que no te permiten
recuperarte —y se acercó a mí y me dijo—, mi papá es el mejor psicólogo hipnótico
que ha tenido el país, creeme si te digo que su poder de sugestión es
grandioso.
—¿Me estás diciendo que lo que vi no existe, es un invento suyo
insertado en mi mente? ¿Y cómo supo quién era, de dónde venía?
—¡Lidia basta ya! ¿No te parece que es suficiente? No le hagas caso,
Nora, mi hija es una traidora, una vendida, que no le interesa que vos
regreses.
—¿Una vendida a quién, papá?¿ A
las multinacionales, a las farmacéuticas, al FBI? ¿Qué película toca esta vez?
—Y agarrándome por los hombros me dijo—: Lo mejor que podés hacer es alejarte,
volver a Buenos Aires o a Madrid o adonde quieras, pero alejáte de él porque no
está bien, y te hará daño con su manipulación. Raúl es su “socio”. Es quien le
proporciona las “víctimas”.
—Es muy triste lo que me estás diciendo, Lidia —dije apesadumbrada— ¿Es
verdad, Braulio?
—Linda —me dijo con una sonrisa
triste—, la verdad la sabrás vos, la verdad la podés encontrar con la cabeza, o
con el corazón, buscá vos el camino que prefieras —y me tiró la piedra como si
de una pelota se tratara, un pase mágico que podía definir un partido decisivo
en una final imposible—, agarrala y decime quién gana.
Genial !!!!
ResponderEliminar: )
ResponderEliminarYa agarré la piedra y elegí, che.
ResponderEliminarBravo por el serial. Aquí huele a novela...
¡Gracias por ser mi profe, entre otras cosas!
ResponderEliminarLa creatividad siempre gana..Congratulations!!
ResponderEliminarPablo
¡Y eso que lo habías finiquitado hace varios capítulos, Pablo! :)
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