viernes, 11 de octubre de 2013

Anegados. (Capítulo 2)

Al día siguiente me levanté temprano. A las siete ya estaba dando vueltas en la cama y decidí ir a ducharme y ser la primera en desayunar en el hotel. No podía dejar de pensar en lo que me había contado Raúl. El robo había sido por la noche, aunque no todo sucedió como lo habían previsto los ladrones. Los dueños de la casa tenían programado un concierto de la Coral de Concordia, pero habían vuelto antes de tiempo. Cuando llegaron a casa sorprendieron a tres hombres que revolvían los armarios, los cajones y todo lo que se encontraban en el camino, tres individuos que nunca habían visto y ni les preocupaba ser identificados, ya que llevaban la cara descubierta. Yo intuía que sabían que no habría nadie en casa. Los cuadros habían dejado de vestir las paredes para yacer desmayados por el suelo, en un caos de ropa revuelta, adornos de cristal rotos, cajas abiertas y un mundo de papeles que parecía flotar en el maremágnum de objetos revisados. Iban armados pero parecían tan sorprendidos como ellos, y gritándoles un reguero de insultos y amenazas en un castellano extraño, con acento brasilero, los encerraron en el baño. Fueron momentos de angustia, de miedo. Pero no les hicieron daño. Se habían llevado joyas y dinero y algo más, algo por lo que el viejo removería cielo y tierra para recuperar, pero que de momento no sabían que era. Aparentemente, el rico vecino tuvo una especie de ataque de nervios luego del susto, y lo tuvieron que atender de urgencias. ¿Qué hacían los tres tipos robando en el pueblo?. La policía no lo había sabido, tampoco estaban muy preparados para semejante acontecimiento. Cuando el viejo pudo hacer la denuncia ya habían pasado casi doce horas, lo suficiente como para salir limpiamente y sin sospechas como meros turistas relajados. En la comisaría, aquella noche, habían encargado al polaco una pizza doble de mozzarella, y habían visto el partido de Boca y  River.  Esa era la circunstancia más peligrosa que solían vivir, que los hinchas de los dos equipos de fútbol vieran juntos el partido y las emociones tomaran el mando, transformando el bar de turno en una batalla campal. Orsay, fault, penal y otras palabras en inglés adaptadas al criollo se gritaban, se transpiraban, se discutían. Se daba el caso de conversaciones con los jugadores, indicándoles gambeteadas, cambios de ataque, marcajes asesinos o cambios técnicos a través de la pantalla, como si volvieran a la infancia y creyeran que aquellos que veían por la tele estaban encerrados en la caja, seres pequeñitos escuchando sus arengas deportivas o sus insultos calientes de entrenadores experimentados, conocedores de la mejor forma de ganar el partido. Pero al día siguiente, la parafernalia deportiva era superada por el histórico pacto de unión y todo volvía a la normalidad, a pesar de ciertos resquemores eternos entre bosteros y gallinas. Raúl me dijo también que los ladrones buscaban trescientos mil pesos y encontraron siete millones. En aquel momento no caí en la cuenta del detalle. Luego en el hotel, resonando sus palabras en mis oídos, lo pensé. ¿Cómo sabía él que pensaban robar una cantidad y encontraron otra?
Por eso comencé a investigar, de manera casi inconsciente, por curiosidad enfermiza o necesidad vital de tener la cabeza ocupada en otras cosas que no fueran las de mi propia vida.  Lo primero era hablar con la gente. Así que me puse la bata para ir al escenario principal, el que movía todas las actividades, el relacionado con el anegamiento y el inicio del nuevo pueblo, el sitio que encerraba el misterio que me había propuesto descubrir. Me sumé en las calles a un desfile de batas blancas acolchadas, con los mates preparados, levantando gotas de rocío con las chanclas, en las veredas recién estrenadas por la mañana, cuando los sapos y las ranas se retiran, y los pájaros de mil colores toman su lugar, transformando el parque de las aguas termales en una fiesta de sonidos que acompasan las charlas que pensaba escuchar con atención, en mi tarea de descifrar las incógnitas y de llegar a saber qué misterio encerraba el pueblo.

5 comentarios:

  1. No sabía que el Tano Pasman se había hecho policía :)

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  2. ¿Viste vos? En realidad , allá, todos hablamos con los jugadores y todos somos Maradona (sin coca).

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  3. ¿Raúl es bostero o gallina?, dependiendo de sus colores, aportará más o menos a la trama..
    Vamos, vamos, a por el siguiente...Ánimo!!!
    Pablo.

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  4. Da igual el color de la camiseta de Raúl, no será importante en la trama...¿estás infectado de Cholismo, no? jejeje...

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    1. Así elimino un posible sospechoso..Gracias.
      Pablo.

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