viernes, 4 de octubre de 2013

Anegados (capítulo 1)

Esa misma noche habían entrado a robar en la mansión de los Anchorena. Era la familia más rica del pueblo, y todos los habitantes del mismo, estaba al tanto de su suerte. La envidia era una niebla permanente flotando sobre la cabeza del viejo acaudalado, que se paseaba sin recaudo alguno, sin temor. Claro que aquello no era Buenos Aires. De haberlo sido, no les hubiera sorprendido que le robaran. Es más, en la capital, lo normal era no salir vivo. Pero aquí era un hecho inédito. Si de algo se jactaban los vecinos era de la tranquilidad y la seguridad con la que compartían sus días, y estaban orgullosos de ello. Eran una gran familia, se conocían y se respetaban. Históricamente se habían sentido unidos. Fue cuando, desde la capital, les llegó un informe como si  de una gran roca gigantesca se tratara, como un cataclismo. Desde la gris burocracia interesada les anunciaban que no tendrían donde vivir, el pueblo quedaría anegado bajo las aguas de una inmensa represa hidroeléctrica. Como quien anuncia que hará sol el fin de semana, les hacían conocedores de que sus días en sus calles, en sus casas, habían llegado a su fin. Les deseaban suerte y alegaban la decisión al futuro, al desarrollo del futuro  y al futuro de la patria. Por eso, les decían, ellos quedaban exentos de futuro. Se habían equivocado, los trajeados de las oficinas determinantes de destinos. Los vecinos se unieron como nunca, se volvieron de hierro. No durmieron, hicieron huelga de hambre, manifestaciones, fueron juntos a la capital hasta que los medios de comunicación los detectaron. Se hicieron famosos por su resistencia y por su lucha. Lograron menos de lo que pedían, y por supuesto recibieron menos de lo que les prometieron. Pero finalmente estrenaron un pueblo nuevo, todos juntos. Por eso, ni robos había. Hasta esa noche.
Esto me lo contaba Raúl, girando su cabeza peligrosamente, mientras conducía en la noche serena, que se esparcía, rítmica, con la serenata del  croar de las ranas y los sapos que invadían y pintaban de verde los caminos. Sus ojos brillaban en la oscuridad del coche, y había una sonrisa recortada en su rostro, enmarcado con un gorrito de lana. Yo estaba tranquila, me divertía verlo tan volcado en su relato, explicándome como era la vida por esos pagos, desde la simplicidad sin modernismos.
    —¿Estás buscando pareja, vos, che? —me había dicho con el entusiasmo de un niño al que sus padres le informan de una excursión en breve— acá no te va costar nada conseguirlo.
No pude hacer otra cosa que reír y luego cambiar de tema, y terminó explicándome la historia del anegamiento, y de lo que ocurrió después. Del misterio.
Claro que al principio creí que me estaba contando una historia misteriosa para intentar mantenerme intrigada y absorbiendo mi completa atención en lo que me narraba, a los efectos de intentar conversar interesadamente conmigo.
Pero no era así.
El misterio era una realidad. Lo supe más tarde. Aquélla noche, en el coche, el misterio quedó entrelazado a la noticia del día, y esa era el robo del viejo rico del pueblo. Irónicamente le hice el comentario de la posibilidad  de conocer al viejo Anchorena, por lo de ligar con un viejo adinerado y retirarme, pero él, en su inocencia, creyó leer entre líneas que yo andaba necesitada de macho. Por eso casi se había ofrecido a casarse conmigo si hiciera falta, propuesta que decliné con suavidad, por temor a ofenderlo al comprender que los dobles sentidos no eran su fuerte. Le pregunté entonces por los detalles y así fue que nos enredamos en una charla descriptiva del asalto sin parangón, que había sucedido horas atrás.
Claro que cuando me bajé del coche y entré en el hotel, me seguían resonando sus palabras en la cabeza. No pensaba yo, que un viaje para escapar de mis pensamientos sería tan fructífero, porque a partir de aquel instante mi mente comenzó a armar el rompecabezas del que me habían hecho la entrega de las primeras piezas, o al menos eso creía yo.

3 comentarios:

  1. El serial de otoño no se hizo esperar... bravo. Ya estoy enganchado al misterio...

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  2. Qué misterio oculta la familia Anchorena?..Espero nos lo desveles pronto..Ya estot salivando!!.
    Pablo.

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  3. Pablo...¡Gracias por entrar y leerlo! Peatón...hay cosas que generan adicción, escribir es una y tú me las has contagiado!

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