martes, 19 de marzo de 2013

Capitán

Primero sólo veía su cerebro, la fuerza que emanaba de su persona. Sabía de su poder. Me encauzaba, me dirigía. Yo podía intentar escapar de los senderos trazados. Pero con él, huir era imposible.
Cuando me marchaba de su lado me invadía, como la hiedra que trepa un muro, una sensacíón de haber sido ocupada y analizada, me sentía transparente, incapáz de esconder nada.

-¿Qué piensas?

 -No sé

 -Sí. Lo sabes. Busca.

Lucha de titanes en mi interior, su inteligencia taladrándome. 
Asedio mental.
Pasado un tiempo le puse ojos. Intensos, feroces. Mirada a la que yo rehuía.

 -¿Porqué miras el papel?¿Encuentras en él las respuestas?

 -No puedo pensar si te miro.

 -Si, puedes. Busca

Una mañana de sábado le agregué una boca. Sus palabras salían flotando en un aire fresco y limpio, con aroma a café y a rocío. La energía desconmesurada ahora canalizada en sus ojos y en sus palabras brotando de una boca que también sabría besar. ¿Sabría?.
No tuve más remedio que comprobarlo, y más tarde adjudicarle un cuerpo.
Al principio misterioso y encubierto.
Podía ver su cuello fuerte y sus brazos poderosos.
El canal de energía de su cabeza que surgía en su mirada y en sus palabras, también se transformó en un abrazo acogedor, cálido, que abarcaba mis miedos, mi insignificante ser tembloroso.
Llegó un día que quitarle la ropa fue imprescindible para intentar descubrirlo y para vivirlo. Para verificar que fuera real. Qué podía ser verdad que el héroe de tantas vidas castigadas por el dolor y la locura, se movía hacia mí, me acariciaba, me amaba.
Le puse espalda, piernas, pies firmes para aguantar el peso de tanta tristeza ajena. Le dibujé tatuajes en su superficie estrenada.
Le puse sexo.
Rodamos, caímos y volamos, desesperados. Devoré su piel, acaricié su alma. Brillé.
Entonces sucedió. Podría ser un hechizo, un designio del destino o una mala jugada.
Cuando lo tuve completo, cuerpo, alma y cerebro, fui yo la que me fragmenté en pedazos, como un cristal que explota y se extiende por el aire.
Desde aquél día mis manos acarician por Bali,  mis pies caminan las calles de Roma, mis ojos se cierran en Istambul. Mi cerebro, en cambio, sigue aquí, observando asombrado el desatino que le toca vivir.
¿Y mi alma?
Mi alma podría flotar ingrávida por cualquier esquina de Barcelona.
Podría flotar si no la suelta.
Porque mi alma, está en sus manos.

7 comentarios:

  1. Construir el ser amado a medida para destruirse uno mismo después... Y la de veces que seguiremos rompiéndonos para saber que estamos vivos...

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Al menos tienes localizados cada uno de tus elementos...

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  4. Solo la esncia de pocahontas regala magia al papel......

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  5. ¿Y cual es la esencia de pocahontas? Gracias por leerlo...

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