lunes, 8 de abril de 2013

Palabras

Las palabras. Solamente un conjunto de códigos, de dibujos en el papel, que unidos, transmiten una idea, un sentimiento, una imágen. Primero los ojos, o los oídos o tal vez el tacto, las perciben del papel o del aire. Luego son llevadas en andas por nervios, como puentes, hacia el cerebro. Y ahí se instalan por un rato. El cerebro las decodifica, las disuelve. Las interpreta según su mapa de ruta confeccionado por lo leído, visto, oído, sentido y pensado antes. Lo recibe con más luz o menos, según el momento, la concentración, el interés, el significado y el emisor, entre otras tantas cosas. Se sorprende si no lo puede decodificar como datos repetidos, en ese caso entran en los cajones de las palabras mágicas, sin explicación consciente ni elemento comparativo conocido. Cada cerebro decodificará las palabras según su experiencia. Una palabra que podrá conmover a alguien le será indiferente a otra persona.
A veces, solo a veces, las mismas palabras despiertan sentimientos parecidos, sentimientos gemelos en muchas personas. Es casi como un milagro. Porque todos somos rutas diferentes, vamos y venimos a sitios comunes, pero tan lejanos a la vez.
Una vez que el cerebro hace su trabajo, le envía señales químicas al cuerpo, por los ríos de sangre. Cada mensajero químico deja su sobre de instrucciones en la parte del cuerpo adecuada. Así de perfectos somos. Ocurre a cada momento, ahora mismo mientras lees ésto.
Si la imágen que tu cerebro ha creado, por las palabras leídas, es de odio, de tristeza o de rabia, los mensajeros llegarán a los músculos que se tensionarán, a las glándulas que segregarán las sustancias necesarias para el engranaje, al corazón, a la piel, al estómago. Habrá tensión, subida de glucosa, se dispararán varias alarmas.
Si las palabras que decodifica el cerebro son dulces, tiernas, positivas, los mensajeros tendrán mejor tarea y el cuerpo  lo reflejará en cada una de sus células.
Las palabras, o sea los pensamientos, nos pueden hundir o elevar, transportar o encerrar, estimular o anestesiar.
Las palabras, los pensamientos, pueden transformarse en materia a través del cuerpo.
Cuando leo tus palabras, se abren canales en mi mente, ventanas en mi imaginación, se vuelven locos los mensajeros en un festival erótico de las células de mi piel. Se desconectan partes que restaban y se forma un torrente sumatorio que rueda , sube y baja, y vuelve a comenzar.
Con las palabras se puede alcanzar el cielo, o no llegar nunca. Se puede hacer una guerra interna con bajas innecesarias. Pero también se puede hacer el amor , dulcemente. Con las palabras se puede viajar, crecer y conectar. Se puede proyectar, crear .
Con tus palabras, con las mías, unas que acaban cuando las otras comienzan y se mezclan en mensajes similares, que se complementan y fusionan, se pueden formar aludes de pensamientos que navegan en el torrente sanguíneo haciendo que el cuerpo, levite, más liviano, en la dura realidad que nos rodea.
En el cajón de las palabras mágicas que hay en mi cabeza hoy moran nuevas compañeras. Y los mensajeros químicos de mi cuerpo corren enloquecidos a dar órdenes, todas ellas de colores luminosos, con sonidos de estreno.
Así de poderosas son, así de increíble, que éstos minúsculos garabatos entrelazados puedan transformar, en un momento, al cuerpo en una explosión .
Voy a buscar inéditas palabras, frescas, sensuales, dulces, sencillas, tiernas, suaves, sensibles, risueñas, emotivas, cálidas y armoniosas.
Y mientras las busco espero que todas éstas ya corran por tu sangre, por tu cuerpo, por tus células y tu piel.
Y tú, lo compartas conmigo.

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